Superó traumas familiares, fue team manager de varias marcas y organizó eventos y demos en escuelas hasta que empezó a hacer skateparks, incluyendo el de San Juan, donde el equipo nacional competirá en el torneo más importante que haya llegado al país.
Martín Pibotto mira a los costados, menea la cabeza y parece no poder creer lo que está viviendo, un verdadero sueño, después de todo lo que sufrió en su vida y protagonizó dentro de su deporte.
A los 49 años está parado en el medio de la pista olímpica que diseñó y construyó, a días de disputarse el torneo más importante de skate que haya pisado el país. La semana que viene, en San Juan, se disputará la tercera fecha del circuito olímpico -con puntos para París 2024-, nada menos que en el skatepark que el DT de la Selección hizo en tiempo récord -dos meses- durante 2022. Nada es casualidad. Una doble función que tiene que ver con su talento, dedicación y compromiso. Y, sobre todo, con su resiliencia. Una capacidad muy especial que tuvo para levantarse ante traumas familiares que a tantos otros los habrían puesto nocaut. Una historia que emociona e inspira.
Nada le fue fácil a Pibotto en su vida. Al contrario. Todavía le impacta recordar la tumultuosa infancia que vivió con una madre con problemas con el alcohol y un padre propenso a la violencia, que se terminó suicidando cuando él tenía 24 años. “Fueron épocas difíciles, con hechos muy marcantes, con peleas, golpes, sangre…. Luego, cuando se separaron, hubo un poco de paz pero nunca del todo”, recuerda Martín, quien aún dormía una mañana cuando escuchó el teléfono y un mensaje en el contestador. Era la mujer de la limpieza en la casa de su padre, que requería su presencia de forma urgente por un hecho grave en aquel domicilio. Pensó lo peor porque conocía a su padre, con el que había vivido hasta hacía meses… Y cuando llegó, lo confirmó: se había suicidado con una escopeta. “Nunca me olvidaré la escena cuando entré al baño…”, rememora, evitando los detalles que todavía dan vueltas en su mente. Y su alma.
El skate, entonces, pasó a ser su tabla de salvación, desde los cinco años, cuando un vecino de 11 que andaba le regaló una tabla traída de USA. “Desde ahí competí en todas las categorías, incluso entre profesionales, hasta los 18 años. Pero, claro, era otra época: el skate era muy marginal, casi que no era considerado deporte. Había grandes prejuicios, nos gritaban por la calle y nos echaban de todos lados, hasta con la Policía… Sponsors, si tenías, era por canje. Claramente no podías vivir de eso. Hoy también es muy difícil, pero antes era directamente imposible”, recuerda. Cuando entró a la facultad, entonces, se quedó sin motivaciones para seguir compitiendo.
Martín fue pionero en dar clases de skate, allá por el 2000. Lo hizo durante casi una década y media.
Martín siguió andando como hobbie hasta que la vida lo puso en una encrucijada. “Cuando mi padre se suicidó, tuve que hacerme cargo de todo. Hasta ahí yo laburaba de hijo, estudiaba y andaba en skate. Mi viejo no nos dejó casi nada y tuve que empezar a trabajar. Daba clases particulares para el secundario y laburé en campañas de vacunación. Hasta que tuve que tomar una decisión: me buscaba un laburo como cadete o algo parecido, o le buscaba la vuelta por el lado de mi deporte, el skate”, repasa.
La decisión fue seguir en lo que conocía bien, su deporte. Se armó un buen currículum y a los dos meses era el team manager de una empresa importante (la extinta LA Gear). Armó equipos de skate, BMX y roller para hacer acciones y eventos. Y, a la vez, organizó diversos eventos y exhibiciones en escuelas de CABA durante tres años. “Cerca de 400 -recuerda- que enloquecían a los chicos”, precisa. Luego se le ocurrió ser pionero en la enseñanza. “Me pregunté por qué no podía haber escuelas de skate, cuando el resto de los deportes tenían… Y arranqué, con un éxito tan grande que llegamos incluso a clubes y countries. Estuve 14 años dando clases (2000-2014), todavía hoy me encuentro con gente que me cuenta que yo le enseñé”, dice.
Uno de ellos fue un ex Director de Deportes de la provincia de Buenos Aires, un contacto que le permitió meter al skate en los Juegos Bonaerenses, en 2016. Para ese entonces ya era el presidente de la Asociación Argentina de Skate y aquel hito fue el último de su gestión. Para esa época, Pibotto llevaba años gestionando el espacio público y pensando que era esencial tener más pistas en el país. Y, con su experiencia, empezó a diseñar. La primera fue en 2009, en Catamarca. Era apenas la cuarta en el país, en aquel momento. “Estuve cuatro meses allá y tuve la suerte de cruzarme con un constructor que me enseñó mucho”, cuenta. Así pasó del diseño y documentación (planos) a ocuparse también de la construcción. “No cualquiera puede hacerlas, se cometen muchos errores si no conocés del deporte y crees que porque construiste edificios, podés armar pistas de skate”, aclara.
Hoy tiene, entre diseñadas, supervisadas y construidas, más de 120, con cuatro en proceso, una olímpica en Avellaneda, dos de Street en Vicente López y Maschwitz y una de ambas especialidades en la República de los Niños. Las más importantes ya hechas son la de Tecnópolis, Pachá, Converse, Mataderos, Parque O’Higgins en Mendoza y, claro, la de Pocito (San Juan), la primera olímpica de ambas modalidades en el país, con la homologación mundial para Park (bowls). “En lo personal es un reconocimiento enorme que me la hayan dado a mí, que haya quedado tan bien en tan poco tiempo (50 días) y que hoy pueda albergar una fecha del Mundial. Este torneo en el país es un hecho sin precedentes y poder estar acá, como técnico y constructor, que en esta pista estén los mejores del mundo es una sensación muy especial”, reconoce Pibotto.
La importancia de esta competencia es grande porque, habitualmente, los torneos en América son en Estados Unidos o Brasil. La primera fecha fue en Roma, la segunda en Dubai y ahora en San Juan, en Park. El seleccionado está formado por seis chicos (Sandro Moral, Juan Pablo Mateos, Martín Toyos, Valentino Damico, Santo Sasson y Gael Dobobarnes) y tres chicas (Mecu Videla, Ailín Arzúa y Evelin Enriquez). “Park no es nuestra mejor modalidad. El Street se nos da mejor porque acá tenemos más pistas de ese estilo y pocos bowls. Hoy, en Street, tenemos a Matías Dell Olio en el puesto N° 8 del mundo y a Mauro Iglesias, 12°, cuando se clasifican 20 para París 2024”, informa.
Termina la jornada en San Juan y Martín mira para atrás. En la pista que construyó. Y en su vida. “Es muy especial estar acá. Después de todo lo que pasé el poder haber salido adelante en la vida y haber logrado transitar mi camino y ganarme la vida haciendo lo que me apasiona, es un gran orgullo”, admite, sin molestarse por haberse convertido en un verdadero buscavidas, un hombre orquesta que pasó por cada una de las funciones. “Era la única salida en un deporte con un mercado chico. Ha sido un placer enseñar, difundir, sembrar, construir… Y casi que tocar el cielo con las manos poder vivir de lo que me gusta”, analiza, sin olvidar a su familia. “Pude formar mi mejor equipo, con dos hijos y mi esposa Agustina, que es skater como yo y la conocí en una pista”, cuenta. Y claro, Martín, no podía ser de otra manera.